Medio planeta volverá a pensárselo dos veces antes de zambullirse en la playa cuando, el próximo 20 de junio, la NBC emita una retransmisión especial de tres horas del clásico de 1975 —con prólogo inédito de Steven Spielberg— coincidiendo con el estreno original exacto; y aunque a nosotros nos llegó como Tiburón, el rugido de ese duunn‑dunn es universal, capaz de activar en segundos la memoria cinéfila colectiva.
Maratón catódico, béisbol temático y una dentellada en streaming
La cadena promete un auténtico banquete audiovisual: además del filme restaurado, habrá anécdotas recién grabadas por el propio Spielberg, mientras los estadios de los San Francisco Giants, New York Yankees y Philadelphia Phillies lucirán —entre el 20 y el 22 de junio— marcadores customizados, sorteos y jingles que convertirán cada entrada en una inmersión playera; por si alguien prefiere sofá, Peacock desbloqueará el 15 de junio las cuatro entregas de la saga, para que cada cual se eche encima todo el cloroformo marino que soporte.
Documental, reestreno en cines y un arsenal de merchandising
Lejos de contentarse con la pequeña pantalla, Universal orquesta un verano multiformato: la cinta regresará a las salas españolas el 29 de agosto, lista para recordarnos a 120 décibelios que el terror puede ser analógico y, aún así, devorar palomitas contemporáneas. El 17 de junio aterriza una edición 4K SteelBook con cinco horas de extras y, el 10 de julio, National Geographic estrenará Jaws @ 50: The Definitive Inside Story, un documental que saca a flote metraje inédito y junta a John Williams, Guillermo del Toro o Jordan Peele para radiografiar cómo un rodaje de pesadilla parió el primer blockbuster moderno
“Universal es la casa de la películas más grandes de la história»
Sutileza mecánica frente al tsunami digital: ¿sigue mordiendo el mito?
Cuando Spielberg era un veinteañero y solo contaba con un tiburón robótico que apenas funcionaba, nadie imaginaba que aquel suspense —forjado más en lo que no se ve que en lo que se muestra— se convertiría en pauta de mercado; cinco décadas después, mientras la industria cabalga franquicias estruendosas y algoritmos de susto controlado, la pregunta muerde con más fuerza que cualquier mandíbula de látex: ¿puede “Tiburón” competir con la sobrecarga de estímulos actuales o, precisamente porque fue puro ingenio técnico, es ahora más valiosa que nunca?
Tal vez la respuesta llegue la noche de la retransmisión, cuando la primera nota de Williams abra la veda y recordemos —al estilo de Doc Brown exclamando “¡menudo alboroto!”— que hay clásicos cuyo impacto no disminuye, sino que reverbera como una ola eterna; y si el escalofrío nos recorre al escuchar “Bigger boat”, será señal inequívoca de que seguimos atrapados en las aguas de Amity, brindando por otros cincuenta años de pesadilla veraniega.